Una enfermera detrás de las reuniones familiares

en tiempos de pandemia

La pandemia de Covid-19 convirtió a las mujeres combatientes de bata blanca en “heroínas”, quienes se arriesgan a luchar en los focos de los brotes con incansables dedicaciones y sacrificios. Esta columna titulada “Heroicas enfermeras y médicas en medio de la pandemia” retrata a las mujeres vietnamitas como aquellas.

Entre las pertenencias de la enfermera Nguyen Thi Que en su regreso desde donde cumplió la tarea antipandémica, se encontraban cartas escritas a mano, mensajes de gratitud y una lista larga de números de teléfonos de pacientes. Dejando atrás la piedad y viendo ahora que Ciudad Ho Chi Minh ha superado sus días más devastadores, se sintió feliz la mujer al haber podido aportar “una parte a las reuniones familiares”.

“Si lloro, ¿con quién contarán los pacientes?”

El 13 de julio, Thi Que, enfermera en el Departamento de Medicina Interna General del Hospital Politécnico de la norteña provincia de Quang Ninh, encomendó a sus dos hijos a sus padres y suegros para unirse a las fuerzas de apoyo a Ciudad Ho Chi Minh. Su marido sirve en el Ejército, así que no podría arreglarse con el cuidado de los niños mientras ella estuviera fuera sin saber cuándo volvería.

En la metrópoli, la mujer y sus compañeros trabajaron en el Hospital de Campaña número 6 (distrito 3). Los primeros dos días los dejaron desconcertados y aterrados, pues ellos nunca habían visto un “desastre” tan abarrotado de víctimas. Tuvieron que ser austeras con los trajes de protección que se llevaron desde casa ante la escasez de insumos médicos. Aunque nadie lo dijo, cada uno vivió un miedo germinado poco a poco en sí viendo la llegada continua de personas infectadas.

Cada miembro del citado equipo se encargó a la vez de hasta centenares de pacientes en diferentes estados, del grave al leve. Órdenes de los médicos se emitieron una tras otra, y los enfermeros debían memorizar cada caso para vigilarlo y atenderlo. “Fue un sentimiento inimaginablemente sobrecogedor. Todo ocurrió muy rápido, con tremendos peligros y dolores. Hubo pacientes que acababa de recibir, presentaban un indicador normal de saturación de oxígeno periférica (SpO2) e interactuaron conmigo; me fui un rato a chequear a los demás y cuando volví estaban sufriendo una crítica insuficiencia respiratoria. Nunca jamás había visto que la vida podría ser tan frágil”.

Fotografía: Hai An

Fotografía: Hai An

Aquellas noches en Ciudad Ho Chi Minh llovió sin parar, la sirena de ambulancia les atormentó cada vez que “rasgaban” el silencio nocturno para llevar a los pacientes a las salas de emergencia. El primer paciente que Thi Que atendió allí era muy joven. Debido a su índice de SpO2, encogido a solo 92, le administraron la ventilación mecánica. Sin embargo, era difícil tener acceso a tanques de oxígeno porque los hospitales carecían de equipos de respiración asistida. Al cabo de solo dos horas, las condiciones del paciente se deterioraron y obligaron el traslado del mismo a un hospital de referencia, pero no sobrevivió.

“Me quedé pasmada y tuve que contener las lágrimas. Los pacientes se dirigen a nosotros para tener más fe en vivir. Si lloro, ¿con quién contarán? Hay veces que huía a una esquina estallando en llanto por compadecerme de ellos”.

La protagonista describió la vida durante esas jornadas como una tan ajetreada que hasta sofocarte. Todas las actividades, sean logísticas, por necesidad diaria o profesionales, exigían una extrema presteza. La rueda del trabajo en determinados momentos la extenuaba, pero solo se permitía descansar en el mismo sitio 10 minutos antes de reanudar lo que estaba haciendo. Apenas unos minutos de pausa le hacían sentir que iba a perder al paciente de sus manos.

Luego de los primeros seis días en estado de shock, Thi Que y sus colegas fueron asignados a la gestión de pacientes en el Hospital de Campaña número 12. La segunda mitad de agosto último fue cuando Ciudad Ho Chi Minh cayó en la situación más cruenta. El nuevo lugar de trabajo, aunque con más pacientes, estaba mejor equipado y los protocolos de tratamiento iban profesionalizándose. Junto con 74 compañeros la mujer atendió a más de cuatro mil pacientes en dos edificios del hospital. Con este personal escaso, cada enfermero tuvo a su cargo centenares de personas, por no hablar de las diferentes demandas de cada una sobre el monitoreo médico y la atención.

Thi Que busca un espacio privado para consolarse tras el fallecimiento de un paciente.

Thi Que busca un espacio privado para consolarse tras el fallecimiento de un paciente.

Todos los días, la enfermera y sus colegas daban masajes a los pacientes para facilitar la circulación sanguínea y se encargaban de las comidas y las actividades cotidianas, desde la higiene hasta las necesidades personales. Los médicos deben ser pacientes y cariñosos para que los enfermos cooperen en el tratamiento. Este es el trabajo diario de una enfermera a un ritmo constante.

La gran carga de trabajo   solo afectó   la salud del personal sanitario. Pero   presenciar la soledad de los que perdieron la batalla contra Covid-19 cuando no hay un ser querido a su lado o el deceso de las personas que se encontraban con señales positivas son realmente un gran dolor psicológico que los hicieron sentir    impotentes.

Día tras día, el dolor aumentaba. Como enfermera que trabaja en una sala de emergencias, Thi Que presenció el sufrimiento de los pacientes. Varios de ellos no pudieron regresar tras ser trasladados a hospitales de nivel superior. Numerosos enfermos no se atrevían a cambiar de lugar de tratamiento, pues creían que si lo hacían tenían pocas posibilidades de sobrevivir. En las rutas de emergencia, numerosos pacientes lloraron de miedo, susurrando palabras urgentes: "Hija, ayúdame".

En esos trayectos, la mayoría de los pacientes que estaban conscientes temblaban y Thi Que no podía hacer nada más que sujetar sus manos con fuerza. Los enfermos consideraban en ese momento a los médicos y enfermeros como su última esperanza. “No importa cuán duros seamos, no podíamos contenernos, el dolor era indescriptible, nubló nuestros ojos. Solo tratamos de alentar al paciente a concentrarse en la respiración para escapar de la muerte”, dijo la enfermera. Hay casos de personas que fallecieron en circunstancias extremadamente dolorosas, ya que estaban bien por la mañana, pero tosían sangre por la tarde.

Fotografía: Hai An

Fotografía: Hai An

“La imagen de un paciente muriendo en la ambulancia o en la sala de emergencias debido a la escasez de vehículos de transporte me perseguirá por el resto de mi vida. Todos los días, cruzamos la línea entre la vida y la muerte de los pacientes, pasamos por las zonas donde los vivos tienen que acostarse al lado de los muertos que aún no se han llevado. Si no tenemos coraje, es muy difícil aguantar”, dijo Thi Que llorando amargamente.

“El destino me elige para ser un miembro especial de la familia de los enfermos”

Durante su tiempo en la sala de emergencia y tratamiento de Covid-19 en el hospital de campaña 12, la enfermera Nguyen Thi Que y el equipo de apoyo de la provincia de Quang Ninh tuvieron que acostumbrarse al trabajo familiar de los pacientes. A veces se convertían en cuidadores de los niños bajo tratamiento o de los que sus familiares se encontraban en estado crítico. Tras ser dadas de alta del hospital, numerosas personas querían adoptar a Thi Que como su hija.

En particular, Ho Buu Phuoc fue hospitalizada junto a la familia de su hija. El estado de la anciana empeoró y tuvo que ser trasladada a emergencias. Inicialmente, la enferma mostró buenas señales, por lo que el personal médico se alegró. Sin embargo, al día siguiente la situación empeoró rápidamente y se tuvo que trasladar a la paciente al Hospital 115 y luego al Centro de Reanimación de Pacientes Covid-19 en el Hospital de Oncología de Ciudad Ho Chi Minh.

“Cuando la llevé, traía solo un conjunto de ropa.  Ningún miembro de su familia estaba allí. Para que la paciente recibiera de manera rápida el tratamiento de emergencia, pagué por adelantado las tarifas hospitalarias. La cantidad fue pequeña y la paciente me necesitaba”. Al imaginar la situación de nerviosismo y ansiedad de la familia que aún se encontraba en el hospital de campaña, Thi Que se puso en contacto constantemente con la enferma en los siguientes días para alentarla a esforzarse en el proceso de tratamiento.

Cada viaje de traslado de pacientes de emergencia lleva consigo emociones inolvidables.

Cada viaje de traslado de pacientes de emergencia lleva consigo emociones inolvidables.

Un mes después, al enterarse de que la anciana fue dada de alta del hospital, la enfermera estalló de felicidad. La asistencia modesta que le brindó en ese momento la ayudó a conseguir una intervención oportuna y superar el periodo crítico. A veces, Thi Que llama a la mujer para animarla y ayudarla a superar el trauma psicológico, porque entiende que “para los pacientes, las palabras del personal médico calan más hondo que las de algunos familiares”.

En la sala de emergencias donde se atiende a los pacientes graves, lo más importante que hay que aprender es la perseverancia y la paciencia. Cada día, ella tiene que responder a cientos de dudas y preguntas: ¿Se puede curar esta enfermedad? ¿Estoy bien? Además, tiene que lidiar con muchos pacientes con diferentes estados de salud, psicológicos y emocionales. Entre ellos, se encuentran drogadictos y otras que se resisten constantemente, pero ella no puede dejarlos ir. “En aquel momento, tuvimos que ser persistentes para persuadir a los pacientes. Cualquiera que esté enfermo sin un pariente a su lado quiere ser cuidado. En medio de la noche, incluso cuando no estamos de guardia, si un paciente empeora tenemos que atenderlo de inmediato”, compartió.

La imagen más conmovedora es la de los niños que no entienden lo que pasa cuando tienen que acompañar a sus padres a la zona de tratamiento. El recuerdo más triste para la enfermera es el caso de Tram, una niña de tres años de edad que entró en el hospital con su mamá. Las “especialidades” de los hospitales de campaña en Ciudad Ho Chi Minh son el Covid-19 y las hormigas Paederus. Tram lloraba mucho por la irritación provocada por la picadura de ese insecto venenoso, mientras que su mamá permanecía en la sala de emergencias con insuficiencia respiratoria, sin poder cuidar a su hija.

“De hecho, no sabíamos qué hacer en ese momento porque había una gran carga de trabajo en el turno de guardia. No había juguetes y teníamos que utilizar un termómetro digital para hacer sonidos para calmarla. Intentábamos encontrar un medicamento para curar las picaduras de hormigas. Les dimos leche, dulces y frutas a Tram y otros pacientes para que se sintieran como si los cuidaran sus familias. Cuando Tram recibió el resultado negativo en la prueba de detección del Covid-19 y fue dada de alta, su madre todavía permanecía en la sala de emergencias. La imagen de la bebé en el regazo de su padre cuando este vino a buscarla al hospital hizo llorar a todo el mundo. De repente, yo también me eché a llorar pensando en mis hijos que estaban en casa”, relató.

Cada paciente recuperado es un aliento para los médicos y enfermeros como Thi Que.

Cada paciente recuperado es un aliento para los médicos y enfermeros como Thi Que.

Como una disposición especial, la sala de emergencias siempre está al lado de la zona de los pacientes dados de alta. Cada día, el regreso de estos a su hogar es la motivación más grande para la enfermera y sus colegas. “El momento más feliz es cuando los pacientes se despiden de nosotros para volver a su casa, mientras que cuando están en la ambulancia o tenemos que ponerles el tubo endotraqueal es la escena más triste”, dijo emocionada.  

Adquirí mucha experiencia al pasar por numerosas dificultades. Ante la vida y la muerte, comprendí mejor sobre la humanidad, el compañerismo y el sacrificio. También hago muy buenas amistades”.

“Juntos llegamos, juntos regresamos”

A mediados de septiembre, la sala de emergencias del hospital de campaña 12 empezó a vaciarse. Al principio, hubo días en que esa zona recibía más de 30 pacientes, pero a mediados de septiembre, esa cantidad se redujo a la mitad y los casos graves también registraron una disminución significativa. Esas señales positivas fueron una gran motivación para Thi Que y sus colegas, además de hacerles sentir más aliviados ante la presión que ella dijo que no quería volver a tener en su vida.

El 22 de septiembre, Thi Que cumplió su tarea antiepidémica en el hospital de campaña número 12 para poder regresar a casa. Al final, decidió quedarse y seguir acompañando a sus colegas en esta   labor porque una doctora de su equipo, dio positivo al Covid-19. “Antes de partir, decidimos que como íbamos juntas, debíamos regresar juntas. Somos las dos únicas mujeres en el grupo y le tengo mucho cariño, así que no puedo regresar antes que ella. Obtuvo un resultado negativo por primera vez, y a pesar de estar muy cansada, dedica muchos esfuerzos para cuidar a los pacientes. Me siento fuerte, por ello, no puedo abandonar esta batalla para regresar a casa antes que ella”, dijo Thi Que.

Thi Que y sus colegas completan la tarea de apoyo en el hospital de campaña número 12.

Thi Que y sus colegas completan la tarea de apoyo en el hospital de campaña número 12.

El 30 de septiembre, Covid-19 de la colega de Thi Que   dio negativo en la segunda prueba. Las dos ya pudieron volver a casa. El día en que partió de Ciudad Ho Chi Minh, la enfermera llevó consigo una emoción extraña, de alegría mezclada con tristeza. “Me siento más triste porque me he acostumbrado a cuidar a los pacientes. Siento que me he convertido en una parte de esta ciudad. Pensé que quizá debería quedarme por uno o dos meses más hasta que todo el grupo de apoyo complete su misión, porque mucha gente todavía sufre dolor y pérdidas causadas por la pandemia".

Thi Que contó que por momentos se siente agradecida con la vida porque muchos pacientes fueron curados de la enfermedad. Si los enfermos no se esfuerzan ni tienen deseos de vivir, dejando todo en el momento más crítico, entonces el personal médico tampoco puede hacer nada. “Visité a algunos pacientes después de que se recuperaron. También agradecí a muchos de ellos porque si no tienen ganas de vivir, no podemos hacer nada para ayudarles. Con el propio esfuerzo de los pacientes, nosotros conseguimos la fuerza para ayudarles a recuperarse de la enfermedad".

El teléfono de la voluntaria almacena muchos números de pacientes. Ella denomina a cada uno con un nombre lindo, a veces asociado con la fecha de emergencia o un recuerdo que tuvo en el proceso de tratamiento de la enfermedad. Siendo una enfermera muy trabajadora, después de 70 días de casi agotarse en la primera línea para tratar a los contagiados con el Covid-19, la combatiente de bata blanca se convirtió en una persona más fuerte frente a las dificultades y con más experiencia en el trato con las personas.  Su actitud ante la vida también cambió. “Mi forma de pensar ha cambiado, no solo se limita a la necesidad de tener una vida perfecta y rica, para mí, solo respirar es felicidad.  No importa lo difícil que sea la vida, insiste en ello y todo llegará”.

Durante sus ajetreados días de trabajo en los hospitales de campaña, Thi Que siempre intentaba hablar por teléfono con su madre, su marido y sus dos hijos. “Mi madre me llamaba todos los días, a veces solo necesitaba dos segundos para saber si estaba bien. Cuando terminé mi tarea, ella dijo: “Solo podré dormir bien si vuelves a casa”. Después, en los días en la zona de cuarentena, Thi Que se sintió inútil porque prefiere superar las dificultades y así resulta difícil de soportar un plazo de aislamiento tan incómodo. Dijo que está familiarizada con el trabajo en el hospital de campaña y ahora, cuando tiene que dejar esa tarea, siente lástima por los enfermos y extraña a sus colegas que todavía están luchando contra la pandemia en la primera línea. 

De vuelta a casa, Thi Que llevó consigo todas las imágenes y recuerdos, desde el dolor y la pérdida hasta la más mínima felicidad, y las guarda en un rincón. A veces lee las cartas de los pacientes y, en su tiempo libre, les llama como una forma para alimentar las emociones positivas después de más de dos meses de vivir los momentos más difíciles de su vida profesional.

Las cartas de los pacientes siguieron a Thi Que en su regreso a casa, y las guarda en un rincón para recordar el momento más feroz de su vida laboral.

Las cartas de los pacientes siguieron a Thi Que en su regreso a casa, y las guarda en un rincón para recordar el momento más feroz de su vida laboral.

“Lo que más me satisface es que finalmente tuve la oportunidad de dedicar parte de mi energía a la lucha contra la pandemia, para ayudar a los pacientes a volver a encontrarse con sus seres queridos. Muchas familias se reunieron después de haber pasado por los incidentes más críticos de la vida. Los apretones de manos apresurados con lágrimas en los ojos y las despedidas cariñosas de las personas que estaban en agonía ayer son imágenes que me alientan a vivir y agradecer a la vida", manifestó Thi Que.

Responsable de contenido: VIET ANH
Redacción: THAO LE, THIEN LAM, PHAN ANH
Presentación: DUC DUY
Fotografía: NGUYEN THIEM, HAI AN, THI QUE
Edición en español: THANH HANG, HAI ANH, HOAI LINH, MY PHUONG